Es posible que hayas oído hablar de los alimentos orgánicos: hace un tiempo que se está tratando de cuidar el medio ambiente, los recursos naturales, de vivir un poco más en sintonía con el planeta y, en consecuencia también, cuidar la alimentación humana y procurar que sea lo más natural posible.
De cualquier modo, puede ser que no tengas bien en claro qué se entiende, puntualmente, por alimentos orgánicos: básicamente, son aquéllos alimentos, en especial, frutas y verduras, que han sido producidos de forma tal que no se haya utilizado en ninguna de sus etapas de producción producto químico alguno, sean pesticidas, fertilizantes u otros.
Para que una alimento sea considerado “orgánico” no debe haber sido sometido a la acción de ningún químico tanto el producto en sí mismo como el suelo o la tierra en la cual se lo haya plantado y hecho crecer.
Los defensores de este tipo de alimentos aseguran que son más seguros y saludables (es posible que estén en lo cierto).
Sin embargo, producir alimentos 100 por ciento orgánicos no es sencillo: muchas veces los pesticidas pueden permanecer en cantidades mínimas por tiempos prolongados en los suelos o incluso éstos pueden contaminarse de otros suelos próximos.
Se puede citar también el caso de la leche: para que sea orgánica, la vacas deberían haber sido alimentadas con granos y pastos 100 por ciento libres de químicos y de manipulaciones genéticas. Asimismo, los vacunos no tendrían que haber recibido hormonas ni antibióticos.
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